Simón Diaz:

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Mis Canciones/My Songs es un álbum tardí­o que demuestra cierto interés mundial en esta leyenda del folklore venezolano. Un artista que ha dedicado su vida (nacido en 1928) al rescate de la Tonada Llanera y de la cultura folklórica venezolana, Simón Dí­az cuenta con un repertorio que va más allá de discos (70) y conciertos, embarcando en varias obras de teatro, largometrajes, programas de radio y televisión. El más popular de todos probablemente es aquel programa de TV dedicado a los niños venezolanos de donde salió su famoso apodo Tí­o Simón.

Y toda esta larga introducción para poder dibujarles un pequeñí­simo bosquejo de quien estoy hablando. Es el mismí­simo personaje que está detrás de la creación de ese hit de flamenco-pop ochentoso Bamboleo    que fue originado de una canción llanera titulada Caballo Viejo  y cuenta la historia de un caballo viejo enamorado de una joven potranca, que con un corazón alterado y corriendo a pasito apurado no le queda tiempo que perder en estos los últimos momentos de su larga vida.

Son así­ las tí­picas historias que cuenta Simón. Ellas contemplan la í­ntima relación entre el ser humano y la naturaleza que lo rodea y como el es reflejo de ella, y viceversa.

Este álbum, Mis Canciones/Mi Songs, está producido y dirigido por el propio Simón Dí­az. Contiene su voz y silbido y los tí­picos instrumentos de la música llanera: el cuatro, arpa, bandola, mandolina, bajo, guitarra y maracas. Todos estos interpretados por maestros de la música venezolana: Luis Fajardo, Miguel Delgado Estévez, William Garcí­a, José Angel Pérez y Alfredo Rojas.

Con los tí­picos ritmos dictados en su mayorí­a por el famoso cuatro (Una pequeña guitarra de 4 cuerdas) el sonido es lleno y pasivo y transporta al oyente a un mundo risueño de amor, dulzura y admiración a una mujer, a una cultura, a los llanos, a la vida.

A veces claro y poderoso y a veces más bien como secuestrado en un sueño Andaluz, Simón Dí­az refleja su edad con una voz más profunda que la de aquel famoso falsete de algún tiempo atrás, emanando así­ la sabidurí­a de largos años de amores, travesuras, amaneceres y anocheceres.

La versatilidad, control y libertad de su voz trae siempre finos momentos como en La Pena del Becerrero  con su Orinoco, Orinoco, Orinoco, Orinoco, Orinoco, Orinoco El-or-de-ña-dor le canta con un tono tan claro que resulta fácil imaginarse a un ordeñador hablándole a su vaca mientras consuela su corazón enamorado. O en Sabana    donde su voz nada entre la ola de notas dadas por un arpa y otras tantas cuerdas que lo acompañan y persiguen en ese viaje por una llanura interminable que son los Llanos Venezolanos. Y es que oí­r a Simón Dí­az resulta en una fijación en el más mí­nimo detalle de una tonada, de una frase, de una palabra, de una nota.

Si quieren degustar el sabor de los llanos venezolanos Mis Canciones puede ser una gran nota introductoria. Y el dí­a en que alguno decida viajar a esa bella planicie se encontrarán probablemente con los llaneros cantando al ritmo de un cuatro con esa tí­pica voz aguda y si tienen suerte, hasta de experimentar un contrapunteo, que deja a cualquier rapero en batalla corta, y a ustedes recordando al Maestro, Simón Dí­az